Ha pasado largo tiempo... Ha habido cambios... Pero los sentimientos entrecruzados siguen presentes. Y yo, casi por casualidad, me he vuelto a convertir en observador, presentándose sin avisar una duda que acecha: ¿Tomar o no tomar partido?
No. No es mi problema, no soy el más adecuado para decir lo que ocurre alrededor y lo que hacer al respecto. No. Todo el que me conoce sabe que la imperfección es mi fuerte, sabe que meto la pata con facilidad. No. No es de mi incumbencia, no tengo el título de ángel guardián. No.
No. No es mi problema, no soy el más adecuado para decir lo que ocurre alrededor y lo que hacer al respecto. No. Todo el que me conoce sabe que la imperfección es mi fuerte, sabe que meto la pata con facilidad. No. No es de mi incumbencia, no tengo el título de ángel guardián. No.
¿Pero qué es lo bueno que podría acabar ocurriendo? Quién sabe, quizás escogiendo el momento y las palabras, quizás propiciando de alguna manera una conversación sincera... quizás así, la reacción tendría lugar...
Sin embargo, mientras se toma una decisión, el tiempo pasa, y la distancia aumenta... Tal vez yo no sea suficiente, tal vez se necesite luz en el ambiente...